Palos en la rueda
- Frusin
- Sep 26, 2020
- 3 min read
Hace algunos años, Rosario amaneció con unos misteriosos carteles que leían “Así, NO”. No hace falta saber que esa frase la hizo famosa Mirtha Legrand cuando de manera enérgica retaba a sus camarógrafos por hacerle un plano del perfil que menos le gustaba. Las malas lenguas dicen que era el izquierdo. Digo que no hace falta saberlo porque aún sin conocer esta efemérides, uno bien puede imaginarse una figura de autoridad hablándole a alguien de menor jerarquía, o bien a un padre hablándole a un niño desobediente. O un patrón de estancia a un peón de campo sindicalizado. El cartel no terminaba en esa frase. De fondo, una fotografía de unas mujeres con sus caras tapadas, los brazos en alto y el pecho al descubierto. Horror. Mujeres en tetas. Detrás de esas mujeres, una iglesia. Debajo de la frase, “En Octubre, Rosario espera mujeres sin violencia”.
Los carteles no fueron casuales. Rosario fue el epicentro de la llegada de más de 70 mil mujeres que se trasladaron desde cada rincón del país para participar del 31 Encuentro Nacional de Mujeres. La frase tampoco fue casual. La había pronunciado una señora pacata, oligarca y conservadora, una señora que le preguntó a una mujer víctima de violencia de género, qué había hecho para que su marido le pegara. Algo habrá hecho, pensó la señora. Tampoco es casual la iglesia de fondo. Es la catedral de la ciudad de Mar del Plata, sede del ENM del 2015. Mientras miles de mujeres encolumnadas marchaban por las calles de la ciudad costera, la policía bonaerense custodiaba la casa del Señor. Albergue de represores, genocidas y pedófilos desde el principio de los tiempos, institución abiertamente homofóbica y misógina.
¿Y las mujeres semi desnudas y encapuchadas? Que alguien tape esos pezones, por favor, que hay conservadores comiendo.
Paradójicamente, Rosario, que esperaba mujeres sin violencia, es la ciudad que en 2015 registró la mitad de todos los femicidios ocurridos en Santa Fe y es a la vez la segunda provincia con más femicidios en el país. Rosario, que ya cuenta con 148 homicidios en lo que va del 2016 y en donde hubo 274 víctimas de violencia institucional ocurridos en la periferia durante el 2015. Paradójicamente también, la noche de la marcha, apostados en la Catedral rezaban el Ave María unos 20 varones con sus brazos entrelazados y sus frentes en alto. Ave María purísima, sin pecado concebida. Atrás de esos varones, literalmente, Gendarmería y Policía Federal protegiendo la Catedral.
Si en los carteles contra la violencia hay mujeres desnudas, pero no violadores ni uniformados. Y siendo que el argentino promedio pide a gritos más policía en las calles, la pregunta obligada es ¿qué entendemos los argentinos por violencia?
¿Entenderemos alguna vez que violencia es hablar en femenino cuando insultamos a alguien? ¿Seremos plenamente conscientes que violencia es la publicidad del desinfectante en el que distintos personajes le exigen a una mujer invisible que limpie la casa para que ningún miembro de la familia enferme y falte al trabajo o al colegio? ¿Comprenderemos cuán violento es que el Congreso tenga que aprobar una ley para que las listas electorales tengan el mismo el cupo femenino que masculino? Así es, una ley para que una mujer tenga los mismos derechos que tiene un varón por el simple hecho de haber nacido.
¿Entenderán también por violencia, los que pegaron esos carteles en Rosario, que en Argentina una mujer muera cada 30 horas? ¿Verán más violenta a la mujer desnuda y encapuchada frente a una catedral que las 28 violaciones que se denuncian a diario en provincia de Buenos Aires? ¿Se indignarán por cada muerte, como se indignaron por las paredes escritas y la basura en las calles?
Más de 70 mil mujeres llenaron Rosario durante tres días en los cuales debatieron, se abrazaron, se celebraron y salieron a marchar. Setenta mil mujeres se convocaron pacíficamente en el Monumento a la Bandera mientras las fuerza de seguridad reprimían con gases y balas de goma a un grupo de manifestantes que intentó quitar las vallas en la Catedral. Varios colegas fotógrafos y periodistas y más de veinte mujeres resultaron heridas.
Pero a pesar de todos los palos en la rueda, les armamos el Encuentro. Porque al final del día, mujer bonita es la que pone el palo en la rueda a la normatividad. La que pone su cuerpo ante el prejuicio hipócrita de una sociedad que festeja la mujer-mercancía mientras etiqueta de violenta a aquella que cuestiona los mandatos sociales, estéticos y sexoafectivos.
